DE LA MEMORIA Y EL TIEMPO


Han pasado más de tres años desde que la última vez que abrió su bitácora. Creía que deambulando, Arriaco se disipó en el tiempo junto a los sueños, algunas esperanzas y la vida.
Pero no; el mágico soldado aguarda paciente y estático, indemne al devenir de los años esperando cobrar vida cuando la pluma ponga la sangre en sus venas.
La reanimación es espontánea; tan sólo ha hecho falta releer un poco sus propias vivencias...
El guerrero Arriaco ya está en pie sin haber consumido un segundo de futuro.

Para el vendedor el tiempo se ha pegado los huesos y a la carne; se han marcado sus huellas en el cuerpo y en el alma.  Ya no vende desde hace mucho; nadie compra nada...
La verdad es que tampoco hace otra cosa; la crisis y los años le han puesto cuesta arriba agarrarse al oficio que sea. Son muchos en precario al mismo tiempo.
Tanto tiempo en penuria le ha enseñado algunas cosas para sobrevivir... que es lo que importa. Ya no se para a buscar responsables de cuanto pasa, ¿ de qué le sirve? ¿ Quizás arder de ira, odiar a otro?.
¿ Para qué depresiones, taquicardias e inquinas? ¿ Por qué?
¿ Porque se pasa el tiempo y no tenemos más?    ...Nos lo dice el espejo que ocultan los abrigos al fondo del pasillo; sí, el tapado. Ya no queremos vernos...

El vendedor apenas se miraba a los espejos cuando estuvo en el pozo. Un negro e interminable pozo del que salió por poco. Paradógicamente, no sabía que lo estuviera. Mientras fueron bien dadas, jamás se paraba a hacer preguntas, aunque sí se perdía en aventuras; lo del tiempo para él era asunto secundario. El futuro estaba muy lejano.
De repente, como tiene que ser en las vidas a salto de mata, aunque esta vez sorprendiera hasta los más precavidos, todo se  vino encima.  En los ciclos perennes de la vida, tocaba el momento de enflaquecer, de cambiar la opulencia por la ausencia, la sonrisa por desconfianza; el bienestar por miedo... Y todos se dedicaron a buscar al responsable de ese miedo, incluso el vendedor.
Arriaco, el intrépido guerrero buscador de mundos había sido dado por muerto. Ahora era el momento de encontrar  a constructores de pirámides inversas y a los colosos titiriteros que manejan los hilos del poder y de la masa, esos que en el Viejo Testamento ya  eran adoradores del becerro de oro... Tal vez los propietarios. Todas las desgracias tenían que tener un responsable... ¡ Y si no varios!. ¿ Para que escatimar?. 
Y haciendo círculos encontraron uno al lado de casa; tras unos pocos más otro en el concejo y apenas dado otro, dos comarcales junto a un constructor un poco tramposillo... A base de vueltas y mas vueltas había tantos culpables como inocentes. Entonces se pararon; de seguir el camino hasta el último de ellos tendría algún cargo en su contra. 

El vendedor siguió. ¡ Faltaba más!. Si algo quedaba en él puede que fuera orgullo, ó quizás tozudez, nunca lo tuvo claro. Nadie podrá negarle que solía saltar el primero al agua fría; algunas cicatrices lo confirman. 


Mirando a los adentros me ví a mí mismo, mirando a las afueras.
Entró al final del agujero... y sólo estaba él, que miraba los tiempos perdidos quejándose por nada, dando todo por hecho, mirándose al espejo para ver una imágen diferente al futuro esperado. Tapando los espejos del pasilo, bajando las persianas y cerrando la puerta para salir al mundo disfrazado de avatar electrónico, tomador de justicia por su mano.
No era tal el dragón. No era cuestión de echar la culpa al tiempo porque había pasado, ni a los otros la abyección de sus actos. Tenía que hallar la culpa en carne propia y probar la hiel, con fracasos y penas para volver al mundo renovado. Ya podía entender que tambien de sus actos procedían las causas, y en mucho mayor grado del que hubiera podido pensar.

 

Ahora todo cuadraba. No sabía ni como ni por qué, pero un buen día dejó de vivir para dar vueltas eludiéndose, cargando con sus maletas de morralla e impotencia...

Poco antes de llegar a su casa hay un pequeño parque en el que el vendedor decidió hacer un alto; le intrigaba ver la luna llena a través de los inquietos ramajes de los sauces llorones. La brisa refrescaba la noche y las hojas se mecían suavemente. Estaba volviendo a imaginar.


Esa noche la pasó mirando estrellas y buscando pareidolias en los contraluces. Con los albores se fue a casa.

En lugar de dormir encaminó sus pasos al despacho; encendió el ordenador y esperó un poco  hasta que éste estuvo operativo; entonces navegó en busca del héroe. No estaba muy seguro de encontrarlo; tal vez  su mundo virtual ya no existiera. Pero no, sí que estaba...
Ya sólo debía abrir la puerta de la bitácora... Estaba sorprendido: ¡ Aún guardaba la llave en su memoria!

Arriaco despertó y con la mano armada se dispuso a emprender la tarea. Tenía que limpiar tanto miasma concentrado despues de tanto tiempo. Una vez hizó hueco, dejó todo ordenado y dictó las órdenes precisas para emprender la marcha hacia su dominios en los mundos abstractos, pero antes de partir quiso darle consejo al vendedor:

" No encuentras ansiedad en el sosiego; ve allí de vez en cuando."   
" No culpes al reloj de ser tirano. Si así es como lo ves, mejor deshazte de él. Encontrarás la forma vivir y no necesitarlo."
" No pongas etiquetas, no cortes las alas a los pájaros. Si ya no vendes nada, ¿ por qué seguir pensando que eres vendedor?. Quizás no lo recuerdes, como tu rostro; así que ¿ por qué no descubres los espejos y vuelves a mirarte. Puede que no te guste lo que veas, pero es tu vida lo que encuentras reflejado. No sólo están los palos en las ruedas; también estan los logros y tantas cosas buenas que tu cuerpo recuerda en forma de barriga cervecera o cierto sobrepeso proveniente de tanta merendola con parientes, amigos, amantes... 
Y si te fijas bien - continuó Arriaco- detras, en la mesilla, hallarás el retrato de unos niños; son cuñas de tu propia madera. Para ellos, papá se llama Alvar y no ven un defecto. Ellos no tienen dudas de tus actos; si viniera un dragón a quemar todo, acabaría igual que los mostruos que habitan los armarios: ¡ Huyendo con el rabo entre las piernas porque  papá ha pasado! "

Arriaco estába  guardando al vendedor...  "Sólo serás Alvar,  el hombre. Ese del que te habías olvidado buscando responsables "     
Por último desenrrolló un papiro y, engolando la voz, como hacen los rapsodas con los clásicos, comenzó la lectura.


No es el tiempo el que mide nuestro tránsito…
            …no puede entretenerse en nimiedades.
Somos nosotros quienes, al oír  su compás,
buscamos las huellas de su paso para echarle la culpa
            de la arruga en la frente, o de una cana.             

Pero éstas  son las huellas de la vida,
                            de la vivida y de la que el futuro alberga,
con los aires labrando las montaña,
y las aguas esculpiendo  la vertiente…
               y la gente haciendo uso de los verbos:             
        Naciendo, amando, odiando…                     
                                                           …muriendo…
… Con el tiempo pasando indiferente.

Pero no la memoria  de los hombres, donde éste se para
y devuelve los rostros y las obras…
             Indiferente al tiempo…
                                                           Eternamente.

                            …Si no suena una alarma inoportuna



Dicho esto, Arriaco dió media vuelta y encaminó sus pasos hacia el patio en pos de su caballo. "¡ Hasta la vuelta; espero a mi regreso no hallarte haciendo círculos, Alvar! - dijo- y ordenó la partida.

El tiempo por intangible, por impalpable, porque nunca se para lo suficiente como para saber que nada existe o cuáles son las huellas de su paso, más parece una justificación que una magnitud...

Si, de acuerdo; con él ponemos a las cosas principio y fin;  marcamos en los calendarios los recuerdos... y lo que ha de venir... Al parecer nos ayuda a ubicar todo en su sitio. 
Pero el tiempo no es más que un camino inevitable con una sola dirección   común a todo y a todos, hasta que el individual, el que sólo es nuestro, se termina no sabemos cuando...

Alvar ahora lo sabe y  vive capturando los sutiles detalles de la vida que ponen luz a cualquier cosa
; son mínimos instantes que se quedan marcados como el flash de una foto en las retinas; continúan ahí aunque ya hayan pasado. Y es frecuente hallarlo sonriendo, o gritando, o llorando... Sacándole partido a la existencia pues es su obligación. ¿ Acaso no hemos nacido para eso?. No hay tiempo que perder en lamentarnos.

Después de archivar los escritos con cuidado, Alvar apuró  las  últimas caladas del cigarrillo mientras dejaba todo apagado. Finalmente la lámpara. Subió a la habitación y cerró la persiana hasta que no pasaba una chispa de luz; eran cási las once de la mañana, pero necesitaba dormir: 

Arriaco estaba de viaje....


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